miércoles, 22 de octubre de 2014

La verdadera historia del café picante by "my husband"


Tal y como cuenta mi mujer en una entrada anterior, hace dos semanas tuvimos un pequeño “inconveniente” pidiendo café en un Starbucks. Era sábado, la temperatura en Chicago había bajado unos 10 grados de un día para otro. Hacía frio. De camino al Acuario decidimos pedir un café en Starbucks; uno de esos deliciosos cafés con leche calientes, servidos en vaso de papel de medio litro, con tapa y rodeados de un cartón para que cuando lo cojas no te quemes. Con estas, mi mujer pidió al sonriente cajero: “two café latte!”, o lo que es lo mismo “¡dos cafés con leche!” La cosa era fácil, no había misterio, era pan comido. Ya solo había que esperar a que nos avisaran cuando estuviesen listos….y ahí estuvo el problema. Al salir del Starbucks yo iba con un café con leche en un vaso y mi mujer con un brebaje dulzón y rico al principio y picante y asqueroso al final.


Después de un rato intentando deducir porqué estábamos bebiendo ese no-café, llegamos a la conclusión de que nos llevamos el pedido de otra persona, por lo que nuestro par de Café Latte estarían solicos en la barra esperando a sus dueños.. y allí se quedaron, para mi pesar y el de mi estómago.
En principio la historia quedó en una anécdota puntual: nos confundimos con lo que el camarero dijo y nos llevamos lo que no era nuestro. Aquí en Chicago, confundir lo que uno dice con lo que realmente ha dicho está a la orden del día. Fue curioso tomar un café picante, aunque no supiésemos ni siquiera cómo se llamaba, más que nada para no pedirlo más.
Sin embargo, una semana después nos fuimos de excursión a St. Charles, un pueblo cercano que organizaba un festival de espantapájaros. Dicho así suena raro, pero si lo digo en inglés Scarycrows Fest, suena más raro, ¿verdad?
El caso es que ese día era también sábado, pero no hacía frio, hacía calor, o ni frio ni calor, la temperatura justa para pedir en un Starbucks un café con leche de esos calientes, servidos en vaso de plástico… Ni cortos ni perezosos entramos y mi mujer se puso a la cola para pedir mientras yo volvía al coche a recoger la penúltima cosa que se me había olvidado. Al volver, mi mujer estaba sentada con los niños en una mesa del local esperándome para degustar el “oro negro”. Seguidamente, nos levantamos los dos a echarnos el azúcar, la canela, el cacao y todo lo demás que un café con leche al estilo Starbucks debe llevar.
Mientras disfrutábamos de este nuestro ritual, mi mujer advierte que en su vaso hay escritas dos misteriosas letras que en el mío no están: CH. “¿Qué será esto?” Nos preguntamos. “No será nada” contesté convencido. Nos sentamos en la mesa a esperar a que se enfriara un poco el café y seguidamente empezamos a degustar. Poco duro la degustación. Solo duró un trago. El trago que mi mujer dio a su café para darse cuenta que estaba bebiendo de nuevo el mismo caldo que la semana anterior: ese brebaje dulzón y rico al principio y picante y asqueroso al final. “¿Cómo ha ocurrido?”
Bueno, pues después de nuestra ya típica búsqueda de explicaciones que justifiquen nuestro errores llegamos a la conclusión de que mi mujer pidió two café latte! o lo que es lo mismo ¡dos cafés con leche! y, esta vez sonriente cajera, entendió que pedía un café con leche en vez de los dos que realmente estaba pidiendo y, con lógica, le cobró un solo café. Mi mujer vio lo que le había cobrado y pensó (queriendo pensar): “¡Qué baratos los cafés en este pueblo!” Luego, cuando llegó el momento del reparto de pedidos, ella entendió (queriendo entender): “para recoger dos cafés con leche (two café Latte!!!)..”, pero lo que realmente dijeron fue otra cosa. Mi mujer los recogió como si nada, se sentó tranquilamente, esperó a que yo llegara y, entonces, los dos tranquilamente aderezamos con canela, azúcar y cacao nuestro café pagado y el otro brebaje conseguido de estraperlo sin querer estraperlar nada.
Después de varios minutos deduciendo este final, mi mujer y yo no nos podíamos aguantar la risa pensando en la cara que tenemos y en la cara que pondrían tanto el que pidió esos dos cafés como el cajero que sabía que mi mujer había pedido una solo café pero había cogido dos, por error, pero cogido dos al fin y al cabo. “¿Sisan un café y se sientan tranquilamente a tomárselo?”, Pensaría la cajera.

Esta experiencia llama mucho a reflexionar, aunque no tanto a reflexionar sobre nuestros errores en la lengua de Shakespeare, si no a la reflexión sobre los cafés que esta gente americana se puede tomar. Por lo visto el brebaje dulzón al principio y picante al final se llamaba Pumking Spicy Latte, o lo que es lo mismo, café con leche con calabaza picante (CH era de Chili). Es algo típico y exclusivo de esta época de otoño en esta zona del país. La cosa grave no es que tengamos mucha mala suerte y que dos veces que nos equivocamos al pedir, dos veces que cargamos con ese caldo picantoso. La cosa grave es la alta frecuencia con la que la gente de esta zona del mundo pide una café picante con calabaza: según nuestras estadísticas, uno de cada dos cafés es picante. Ya veremos si la próxima vez se confirma…¡esperamos que no!

2 comentarios:

  1. Once again! Estoy deseando "disgustar" ese rico café. Seguro que no hay dos sin tres. ;)

    ResponderEliminar
  2. No te quejes, que has pillado dos veces la edición especial de Nespresso, jajaja, a mi me da curiosidad de probarlo, de hecho una vez compré chocolate con pimienta por curiosidad de probarlo, y cómo podéis deducir, no volveré a hacerlo jajajaja.
    Por cierto, lo de las letras en el vaso pensaba que eran las iniciales del que pedía o algo así, cómo en el telepizza que te avisan por el nombre... pero a saber

    ResponderEliminar